Las tres hermanas ginebrinas


Ginebra, ciudad suiza a orillas del lago Lemán, fue mi hogar por cinco años; por razones de trabajo viví ahí hasta septiembre de 2014.  Como lo mencioné en un post anterior, se trata también de la ciudad de origen de mi perro Gordon, quien también nos llevó a mi esposo y a mí a ver esta ciudad con otros ojos: es muy diferente nuestra impresión de Ginebra antes del perro (A.P.), de la de después del perro (D.P.). Así, la Ginebra A.P., una ciudad pequeña y cara, con un pintoresco centro histórico, tiendas y restaurantes que cierran muy temprano o no abren del todo los fines de semana, y gran cantidad de edificios de apartamentos que parecen haberse detenido en el tiempo hace bastantes décadas, pasó a ser la Ginebra D.P., con grandes extensiones de verde (la excepción es el Jardín Botánico, lugar bellísimo pero lamentablemente parte de Ginebra A.P., ya que no se permiten los perros), mucho espacio para caminar (por ejemplo a la orilla del Ródano) y una comunidad de padres de perros que pasaron a ser  nuevas amistades.

El café y el jardín.
Bueno, veo que me estoy desviando un poco del tema. Recientemente, luego de casi 3 años, tuvimos el gusto de visitar Ginebra de nuevo. Fueron pocos días, pero la pasamos increíblemente bien, volvimos a ver a grandes amigos (humanos y perrunos) y nos quedamos en nuestro viejo barrio. Una de las primeras cosas que hicimos ahí fue visitar el parque donde llevábamos a Gordon todas las mañanas. Nos llevamos una sorpresa muy agradable: el Parc des Franchises ya era lindo, pero el verano pasado los vecinos se unieron con la ciudad de Ginebra en una iniciativa para hacerlo aun más amigable, así que ahora hay un café al aire libre que funciona durante los meses de verano (y planes de establecer una cafetería permanente) y también un pequeño huerto, donde me sorprendió encontrar (¡y esto es a lo que venía!) a las tres hermanas.


La huerta.

"Close-up" del maíz, frijol y zucchini.
Debo decir que me alegró mucho reconocer este sistema de cultivo: hace seis meses hubiera pasado por la huerta y visto las plantas sin mayor reflexión. Así que algo he aprendido de mis lecturas.

No solo los humanos de la familia disfrutamos la visita a Ginebra: nos conmovió mucho ver como Gordon saludó con gran cariño a los amigos a quienes no veía desde hace mucho tiempo, y también como reconoció inmediatamente muchos de los lugares donde pasábamos frecuentemente. 

Gordon tomando el sol en la "buvette". 

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