Tiempo de cosecha

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El verano de 2018 ha sido uno de los más calientes en décadas. Para finales de julio habíamos tenido casi tantos días de sol como en otros años en todo el verano. La ola de calor fue un arma de doble filo para el jardín: si bien las altas temperaturas y la falta de lluvia hicieron que algunas plantas (como los guisantes y, por alguna razón, mis zucchinis) se secaran o no se desarrollaran bien, otras como los tomates, berenjenas y los pimientos estaban felices, y la cosecha fue mucho antes de lo esperado. 

En el caso de mis calabazas, esperaba cosecharlas en el otoño; o lo más temprano a finales de agosto. Sin embargo, me sorprendió ver como a finales de julio ya se veían bastante listas: las frutas (que para entonces habían tomado un color naranja oscuro) dejaron de crecer, la cáscara estaba dura y sonaban huecas al golpearlas. Todavía tenía dudas, pero el ver que la enredadera estaba empezando a secarse me convenció de que ya era hora.

Esta foto es del 22 de julio; casi listas.
Aun tratando de evitar el error de principiante (que ya me ha pasado varias veces) de cosechar cosas antes de tiempo, esperé hasta el 1 de agosto para recoger la primera calabaza. A pesar de ser algo más pequeña que las que se compran en el mercado (quizás por haber crecido en una maceta más bien pequeña en lugar de en un campo abierto), estaba perfecta.

Lista para cocinar. 
En total sembré cuatro plantas de calabazas: tres de hokkaido y una de butternut. Desafortunadamente, esta úlltima no dio frutos. También perdí una (o como el 80% de una) de mis calabazas hokkaido porque la dejé mucho tiempo en la maceta sin darme cuenta de que se estaba acumulando la humedad por debajo y se estaba comenzando a podrir. Bueno, aprendí mi lección y espero que no suceda de nuevo.

Con mi primera calabaza improvisé un quiche con cebolla, champiñones, hierbas y queso feta, el cual puedo decir (modestia aparte) que estuvo delicioso.



:)

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